lunes, 9 de abril de 2012

"Fauna" variada a la plancha en la Sierra de Guadarrama

San Lorenzo de El Escorial.

El mal tiempo de esta Semana Santa ha frustrado mis intenciones de desempolvar las botas de montaña, el senderismo se ha tenido que posponer. Pero como alternativa surgió un plan para quitar la carbonilla de mis pulmones de ciudad.


Como buenos domingueros que somos nos dirigimos al prado, pero sin alejarnos mucho de cama,  que la siesta es sagrada. A solo 60 km de Madrid se encuentra la Sierra de Guadarrama.  Un lugar perfecto para alegrar la vista con campos verdes llenos de robledales y encinas.


La primera parada fue en San Lorenzo de El Escorial.  Los fines de semana no es el mejor día para visitar el Monasterio, declarado de Interés Mundial por la Unesco. Las colas suelen ser bastante largas y la muchedumbre impide que se disfrute igual del monumento.


Sin embargo,  las calles y las plazas son ideales para dar un paseo. Las construcciones de los siglos XVI y XVIII te guían desde el Monasterio hasta un casco antiguo lleno de vida. Debajo de los soportales, cerca del Ayuntamiento, hay una zona estupenda para tomar el aperitivo. Esta vez probé un sitio nuevo: El Caserío. El vermú de grifo y el pincho de obsequio cumplieron las expectativas.

¡Vuelta al coche antes de que empiece a llover! La carretera que une San Lorenzo con Guadarrama atraviesa extensos prados en los que pastan caballos, vacas y ovejas. Toda la fauna que echo de menos en la ciudad.

Se acercaba la hora de comer y nos dirigíamos al restaurante Sala. Llevaba tiempo oyendo hablar de este lugar y de sus gambas plancha, por lo visto son las más famosas de la Sierra de Madrid. Lo cierto es que el sitio no puede ser más peculiar. Se trata de un inmenso chalet con lámparas doradas, columnas grecorromanas, cristales biselados, luces tipo barra americana… En la página web del restaurante lo describen como un “edificio con aires de chalet grandioso”. ¡No digo más!

Gamba plancha.
El “grandioso” en cuestión se pone hasta arriba de otro tipo de fauna. Desde señoronas “envisonadas” que hace 30 años que empezaron a venir, todos los fines de semana, a chuparle la cabeza a la gamba; hasta lobotomizados por "Hombres, Mujeres y Viceversa".  De estos tipos con tanto músculo que no pueden meterse una camiseta entre la piel y el jersey de lana con escotazo. De estos morenos de gimnasio con novias siliconadas a escopetazos que van con sandalias bajo el Diluvio Universal. ¡Pues allí estábamos todos bien apretados!  Absorbiendo el seso de gamba con ansiedad, salpicando el gotelé y pasando los deditos aceitosos por algún abrigo despistado.

Lo pasamos bien: el picoteo estuvo delicioso y el show antropológico no tiene desperdicio. Tomamos medio kilo de gambas plancha y boquerones fritos, todo bien regadito de Verdejo. Como éramos dos personas, sólo pedimos dos platos porque no ponen medias raciones, y son abundantes. Esto me parece un fallo, ya que quería probar un matrimonio de anchoas y boquerones en vinagre que me estaban invitando a un “menage a trois” descaradamente. Las croquetas y la ensalada de ventresca eran de los platos con más éxito en la barra. Los postres castizos también tenían muy buena pinta, pero como me aferré al vino con ganas ya sentía mi cuenta calórica disparada.

Boquerones fritos.
Recomiendo quedarse en la barra y no adentrarse demasiado en los salones de comunión decorados por Julián Muñoz. Los camareros del bar son muy atentos, te atienden rápido y vigilan que no te falte de nada. ¡Además hay mucho más ambiente! 

De precio lo encontré elevado aunque es cierto que la calidad es alta. ¡Esas gambas tenían cerebro de hablar cinco idiomas! Por eso el medio kilo de gamba plancha va a 39 euros… Cada uno que juzge.


El caso es que entre los salones tipo boda, el precio y la cantidad de gente, no lo hacen un sitio como para ir todos los fines de semana. Pero está muy bien para hacer el dominguero y salir de Madrid aunque llueva, ya que las vistas de la Sierra de Guadarrama bien merecen el viaje.

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